EN LAS VÍAS DEL TREN
Ayer fue mi funeral, es algo confuso de explicar, pero creo que fue el funeral más cómico en el que allá estado jamás. Me dejaron caer accidentalmente unas dos veces y casi me confunden con otro difunto, a quien lo incinerarían en la sala colindante.
Las cosas no se hicieron como siempre pedí, quizás mi familia estaba tan destrozada, que olvidaron algunos detalles; como el de no asistir de luto y llevar globos en lugar de flores; en realidad cada vez que mencionaba estos pequeños detalles a la a hora de almuerzo, me hacían callar de inmediato.
Santiago hace días que no tenia compañía, afuera llovía a cantaros, dentro reinaba una paz absoluta, en esto suena el teléfono. Santiago se sobresalta, reacciona y contesta algo aturdido por el sueño.
- Aló... hola quien…
- Hola Santiago, ¡tanto tiempo!, ¿En que estas?
- Estaba quedándome dormi…
- Pff…. No seai fome y vente para mi casa, te tengo el medio carrete, ya ¡Anímate! no tengo mucha plata en el cel, vente al toque, chao.
Ya no había nadie en la línea telefónica, Santiago no tuvo tiempo siquiera de responderle, pero se había entusiasmado con la idea y decidió vestirse nuevamente.
Se sube al auto, como quien se arranca del diablo, y le hace contacto, “el Carmelo”, su viejo jeep, no quería reaccionar. Tras varios intentos, aborta la idea de irse en esa “cachurreta”, y emprende el viaje a grandes zancadas por el camino. Pensando en lo buena que estaría aquella fiesta, en el reencuentro con sus amigos y en las mujeres bonitas que allá habría; no se daba cuenta que estaba completamente mojado, de forma casi automática, esquiva la valla que limita con las líneas férreas. Abstraído en sus pensamientos, escucha unas campanas en algún lugar lejano y unos golpes monótonos; que de apoco lo hacen reaccionar; volvió en sí, pero ya era tarde. Una luz lo encandilaba, la maquinaria estaba solo a medio metro de él.
- Santiago, ¿Tienes uno moneda? – pregunto entusiasta uno de sus vecinos, con el que caminaba al colegio todas las mañanas.
Arturo saco una moneda y se la dio sin titubear.
- El tren esta por pasar, colocaremos esta moneda, y veras como queda.-repuso el amigo. Ajustando cuidadosamente la moneda en vía.
¿Y la moneda? - Pregunto Arturo desconcertado.
- ¡Esta allá!- señalo con el dedo el niño.
Ambos se acercaron, y vieron un deformado he irreconocible Bernardo O’Higgins.
Se alegraron del cometido y sonrientes corrieron al colegio.
La misa de hoy estuvo de bote a bote, Arturo, mi amigo, era amigo de todo el mundo. Siempre fue alegre; aunque cuando se enojaba, era cosa seria, todavía me acuerdo de la embarrada que dejo en un concierto; cuando en la misma entrada no le quisieron reconocer su ticket, que por lo demás era falso, quizás se enojo por pura envidia, pues yo había pasado sin problemas presentando el mismo papel; tras algunos acalorados minutos, lo dejaron entrar, yo creo que los guardias arrugaron por las constantes amenazas de ir al SERNAC y a cuanta cosa hay.
Era todo un personaje, incluso, hace unos días me había dicho que cuando muriera me fuera a tomar un whisky con él. Le concederé ese excéntrico favor.
-Yo nunca ocupe reloj, no soportaba ser esclavo de un tic-tac monótono, a veces llegaba tarde o media hora antes, como sea, siempre hice lo que quise y no me arrepiento de nada, ahora que me pusieron el “pijama de madera” voy a dormir como nunca. Pero antes, esperare al guatón Peralta, doy por hecho que cumplirá con su palabra, y se traerá el mejor whisky que encuentre en algún boliche de por acá
FIN
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